Carta abierta a Àngels Barceló

Estimada Àngels Barceló,

Desde la Confluencia Movimiento Feminista te escribimos estas líneas con la mano en el pecho y el corazón encogido. El 4 de marzo llevaste a tu programa a un invitado por motivo del 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora. Ese invitado, que ahora se llama Eva Díaz, es actual CEO de la compañía Appogeo. Pero lo que queremos subrayar es que es un hombre que, a sus 52 años, “salió del armario” y se declaró mujer, algo de lo que, en sus propias palabras, había tardado en darse cuenta. Le diste paso enmarcándolo en la semana del 8 de marzo, recordemos, día de la MUJER, diciendo que esa semana previa estabais hablando con “mujeres que ocupan posiciones interesantes”.

Vaya por delante que desde la Confluencia creemos y apostamos por unos medios de comunicación libres e independientes. Sois el altavoz para muchos grupos sociales, colectivos y minorías, así como garantes de la democracia en la medida en la que también ejercéis cierto control o vigilancia al poder político. 

Pero de un tiempo hasta hoy venimos asistiendo al silenciamiento de las voces feministas, de las que tienen clara la agenda que conduce a la liberación de las mujeres y las que suponen una verdadera amenaza para el sistema. Las que decimos lo que a todos os pasa, seguro, por la cabeza, pero nadie se atreve a decir. Las que estamos gritando, sin que nadie se pare a escucharnos, que el emperador va desnudo mientras los demás hacéis que veis el traje porque no queréis salir del camino que marca el rebaño. 

No somos quiénes para indicar cómo debes hacer tu trabajo como periodista, pero nos invade un profundo malestar, una fatigosa decepción, que se siga llamando a hombres para hablar de mujeres y de feminismo. ¿Crees que un hombre, que ha vivido y socializado como tal 52 años de su vida, se convierte, así, con sentirlo, en mujer? ¿Crees que un hombre, ejecutivo, que ha labrado su carrera ataviado en traje y corbata, con todo lo que ello supone, se convierte tras cambiarse el nombre y renovar el armario en el mejor portavoz para hablar sobre la falta de referentes femeninos en el ámbito tecnológico? ¿O en cualquier otro? ¿No hay mujeres líderes que puedan describir todas las dificultades y discriminación que han sufrido hasta llegar arriba solo por nacer con un determinado sexo? ¿Quiénes somos para ti las mujeres, Àngels? Esta última pregunta nos parece imprescindible porque no concebimos que alguien defienda los derechos de un grupo sin saber ni tan siquiera definir a quienes lo conforman. 

Tu invitado afirmaba que todos los años de su vida “lo había soñado” (el ser mujer), que lo había deseado “internamente” aunque tardó “en darse cuenta de lo que realmente era”. Querida Àngels, ¿ser mujer es un deseo? ¿La ablación del clítoris que sufren miles de mujeres se debe a que “desean ser mujeres” o “se sienten mujeres” o “se identifican como mujeres”? ¿Las cuatro violaciones diarias que suceden en España, cuyas víctimas son mujeres, se acabarían si estas pasaran a “sentirse hombres”? ¿Las mujeres musulmanas podrían ir con la cabeza descubierta y ser libres de cualquier marca de “propiedad de” si se “identificaran como hombres”? ¿Las niñas abortadas en China lo fueron por cómo se sentían o por lo que deseaban ser? ¿Las niñas que son casadas con hombres de cincuenta o sesenta años podrían librarse de esa cárcel y las posteriores violaciones que sufrirán solo con no identificarse como mujeres? ¿Cobraríamos el mismo sueldo que ellos si empezamos a autodeterminarnos hombres? 

Habría muchos temas de los que hablar al respecto. Os estáis olvidando, por ejemplo, de la vivencia como mujer de la pareja de Eva. Ella deja de ser importante, cómo se siente, cómo lo ha vivido, si tiene un sentimiento de pérdida… Tanto es así, que en Reino Unido ya han creado un grupo de apoyo: “Trans Widows Voices”, porque pese a que el 8M es el Día de la Mujer, siguen sin escucharse sus voces mientras que las masculinas se alzan por encima, mientras que los hombres, con falda o pantalón, siguen siendo el centro de la conversación. 

No se trata de excluir a nadie de la sociedad. Todos, como seres humanos, poseemos la misma dignidad y el mismo derecho a ser respetados. Pero el feminismo no es la sociedad, ni ninguna reunión anual de amigas. Ni un club para performar la feminidad. El feminismo es una lucha, una lucha internacional, cuya meta es liberar a la mujer de la opresión patriarcal. Por opresión se entiende una relación desigual entre dos, en la cual una de las partes obtiene privilegios de la opresión de la otra, por ende, para mantener esa jerarquía es necesaria dicha opresión. No es lo mismo que la discriminación, ya que en esta última no se produce la dependencia y jerarquización entre las partes, sino que lo que se produce es un trato desfavorable o una marginación a un colectivo por diferentes razones. Las mujeres estamos oprimidas por los varones, porque sus privilegios se basan en nuestra sumisión, si la doblegáramos ellos dejarían de estar uno, dos o una decena de escalones por encima. No estamos debajo por nuestros deseos, ni por cómo nos sentimos o identificamos. Mantener esto es culparnos a nosotras de nuestra opresión y aceptar que se es mujer con sentirlo o desearlo lleva implícito aceptar esa culpa. 

Por eso, Àngels, te dedicamos estas líneas. Porque no pudimos evitar sentirnos humilladas al imaginarte sentada en frente de un hombre, asintiendo, mientras él relataba lo difícil que era ser mujer en el mundo de la empresa. Porque no entendemos que, en pleno siglo XXI, profesionales formados estéis aceptando de una forma tan acrítica que el sexo (tan inmodificable como el color de ojos o de pelo al ser una cuestión genética) se pueda transformar a través de los sentimientos. Como tampoco entendemos que, en la semana previa al 8M, solo deis voz a una de las partes silenciando, cómo no, a las mujeres. 

En Suecia la cadena pública hizo una investigación acerca de lo trans al observar el gran incremento de casos que se dio en el país tras la aprobación de la autodeterminación del sexo. Haciéndose las preguntas correctas, sin miedo, poniendo luz y taquígrafos ante el fenómeno, lograron un descenso de los casos. Lo que se traduce en menores que no mutilan sus cuerpos ni se convierten en pacientes de por vida. ¿Por qué no os atrevéis a hacer preguntas difíciles? ¿Por qué no intentáis encontrar las respuestas que las farmacéuticas y el lobby transactivista no quieren que se escuchen? 

Nosotras aquí estaremos y seguiremos, ya no solo luchando por nuestros derechos y los de la infancia, sino también por poder nombrarnos, porque la palabra “mujer” no está en venta.

Un cordial saludo,

Confluencia Movimiento Feminista.