No son pocos los que niegan la existencia de un lobby financiero transactivista. En primer lugar, lobby, de acuerdo con la RAE es un “grupo de presión”. A esta definición habría que añadirle que es un grupo de presión porque tiene capacidad para ello, y cuyo fin es promover que en la Administración Pública se impulsen medidas favorables a sus intereses. Partiendo de estos conceptos previos, es innegable la existencia de un lobby, que en el ámbito nacional encabezan las principales organizaciones LGTBI como COGAM, FELGTB o la Fundación Triángulo, y más en concreto la Plataforma Trans y la Confluencia Trans, cuya portavocía ocupa Mar Cambrollé. En definitiva, los que han sido convocados por el Ministerio de Igualdad para elaborar el borrador del proyecto de la mal llamada “ley trans”.
Para entender mejor el entramado, vamos a empezar desde el plano internacional. Alrededor de 2008 se crea Funders for LGBTQ Issues, pues su primer informe anual es del año 2009. En su página web explican que son una red de más de 75 fundaciones, corporaciones e instituciones de financiación que en conjunto otorgan más de 1.000 millones de dólares anuales, y 100 millones están dedicados específicamente a cuestiones LGBTQ.
Entre sus fundadores están Arcus Foundation y Open Society. Arcus Foundation se define como un grupo que refleja la diversidad del mundo actual, pues aproximadamente la mitad de su personal “se identifica” de color (“approximately half of our staff identify as people of color”) y la otra mitad como LGBTQ. Es interesante el concepto de “identificarse” como de color, ya que el color de la piel está condicionado por la genética, no por la identificación subjetiva del individuo. Pero lo verdaderamente interesante de Arcus es su fundador y presidente, Jon Stryker, que ha invertido en esta fundación más de 500 millones de dólares desde que se creó en el año 2000. Lo que es revelador es que Stryke es un accionista multimillonario y heredero de la compañía Stryker Corporation. Esta compañía pertenece a la industria tecnológica en el campo de la medicina, es decir, vende material quirúrgico, médico, implantes… Basta asomarse a su página web para ver que venden tecnología para reconstrucciones mamarias, de mandíbula, o mecanismos no invasivos para el cierre de piel para no recurrir a las grapas.
Por otro lado, está Open Society, ya citada anteriormente, cuyo fundador es George Soros y que está activa en más de 120 países. La fortuna de este magnate estadounidense se cifra en unos 8.600 millones de dólares. La página web de esta organización se declara a favor de la autodeterminación de género. De hecho, eleva al rango de derecho humano el reconocimiento jurídico de la fluidez en materia de género. En otras palabras, apoya que una persona se sienta hoy hombre y mañana mujer y así tenga que ser reconocido. Es imprescindible subrayar, para que no haya equívocos, que la Declaración Universal de los Derechos Humanos no recoge como uno poder modificar los documentos oficiales de acuerdo a los sentimientos o las identidades subjetivas.
Que dos fortunas de este calibre apoyen, no solo personalmente, sino económicamente, este tipo de legislación ya es prueba suficiente para refutar la supuesta inexistencia de un lobby trans. Pero aún hay más. Open Society es uno de los fundadores de TGEU (Trasgender Europe), una organización creada en 2005 y también a favor de las leyes de autodeterminación de género. Pero es que sus miembros pueden darnos también una pista sobre otro grupo con bastante poder económico que parece tener cierta relación con el transactivismo, que es el sector regulacionista de la prostitución. Si nos dirigimos a la pestaña en la que esta organización desglosa sus miembros por países, podremos observar que entre los miembros españoles, además de Chrysallis y Euforia (dos organizaciones a favor de la hormonación de menores que muestren disconformidad con el género) y FELGTB; hay dos relacionados con la prostitución: Aprosex y OTRAS, que piden la regularización de la prostitución en nuestro país.
Este es un pequeño trazado de las conexiones entre grandes fortunas internacionales con el transactivismo y sus relaciones con las organizaciones españolas que lo apoyan. Para cerrar este pequeño mapa, podemos extraer algunas conclusiones clave:
- El transactivismo se presenta como la voz de un colectivo discriminado, que no supera el 2% de la población. Sin embargo, cuenta con el apoyo de grandes fortunas internacionales que hacen presión para encaminar las reivindicaciones en la dirección de la autodeterminación registral del sexo y en la ruta favorable a la medicalización temprana de menores.
- No se trata de una puja entre PSOE y Podemos por el control de Igualdad, es un movimiento que se está produciendo a nivel internacional y que lleva gestándose desde la década de los 2000.
- El transactivismo está ligado a las reivindicaciones por la legalización de la prostitución, por lo que no puede exigir el apoyo del feminismo, no solo para reducir a la mujer de sujeto político a mero sentimiento, sino para también apoyar la regularización de las violaciones pagadas y la conversión del proxeneta en empresario, del putero en cliente y la prostituta en producto a la venta. Pues esto sí está en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su artículo 4 dice que “nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas”.